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Una de mis primeras obras fue Mandala (1989) para 3 guitarras. Todo el trabajo introspectivo de Sueño florido me ha llevado a volver a esas fuentes, rastrear esos primeros impulsos, esas intuiciones y necesidades, ese acto fundacional. Seguramente habrá algún nuevo mandala en el futuro cuando en la espiral de nuestro camino necesite otra vez esa voz primal.
La relación perceptiva entre el entorno y la música, la distancia física de la escucha, el silencio como espacio.
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